Lo que quiero contar, más que una gracia concedida es un suceso que pone de relieve como Dios actuaba a través del P. Morales: la conversión de mi padre, Juan Antonio Molina Orrite.
Desde antes de 1960 mi padre no se confesaba; a veces iba a Misa los domingos y se consideraba creyente y católico, pero a pesar de mi insistencia de varios años, no se confesaba.
El año 1985, cuando yo estaba en el período de prueba inicial en la Cruzada de Santa María. Evaristo Quílez, de los Hogares de Santa María, organizó una reunión para esposos en el Hogar de la Ciudad de los Ángeles, calle Arama 4, 7º A-B. Después de la reunión el Padre Tomás Morales celebraría la Santa Misa en la capilla del Hogar.
Mi padre acudió y hubo un momento que el Padre Morales entró en la sala de la reunión y dijo con su acento habitual: "Cristo confiesa". Mi padre: "disculpenme que me voy a confesar".
Hizo una buena confesión, de toda su vida y tanto es así que la Santa Misa se tuvo que retrasar una hora.
Pero lo que considero un milagro de la gracia no es sólo que se confesara, sino el efecto que tuvo en mi padre. Fue realmente un cambio en su vida, una conversión que duró hasta el final de su vida: más amabilidad en casa, -hasta tenía el detalle de irse a fumar a la terraza-, , ya no faltaba a Misa ni un domingo y se confesaba por lo menos una vez al mes.
Al final de sus días murió de cáncer, acompañado por mi madre, en el hospital, muy preparado, dando gracias a Dios por estar rodeado del cariño de su mujer y de sus hijas, con los santos sacramentos, -su cuerpo no admitía ningún alimento con gusto, salvo la Santa Eucaristía-.
Rosa María Molina, Madrid
Desde antes de 1960 mi padre no se confesaba; a veces iba a Misa los domingos y se consideraba creyente y católico, pero a pesar de mi insistencia de varios años, no se confesaba.
El año 1985, cuando yo estaba en el período de prueba inicial en la Cruzada de Santa María. Evaristo Quílez, de los Hogares de Santa María, organizó una reunión para esposos en el Hogar de la Ciudad de los Ángeles, calle Arama 4, 7º A-B. Después de la reunión el Padre Tomás Morales celebraría la Santa Misa en la capilla del Hogar.
Mi padre acudió y hubo un momento que el Padre Morales entró en la sala de la reunión y dijo con su acento habitual: "Cristo confiesa". Mi padre: "disculpenme que me voy a confesar".
Hizo una buena confesión, de toda su vida y tanto es así que la Santa Misa se tuvo que retrasar una hora.
Pero lo que considero un milagro de la gracia no es sólo que se confesara, sino el efecto que tuvo en mi padre. Fue realmente un cambio en su vida, una conversión que duró hasta el final de su vida: más amabilidad en casa, -hasta tenía el detalle de irse a fumar a la terraza-, , ya no faltaba a Misa ni un domingo y se confesaba por lo menos una vez al mes.
Al final de sus días murió de cáncer, acompañado por mi madre, en el hospital, muy preparado, dando gracias a Dios por estar rodeado del cariño de su mujer y de sus hijas, con los santos sacramentos, -su cuerpo no admitía ningún alimento con gusto, salvo la Santa Eucaristía-.
Rosa María Molina, Madrid